Criar a los niños no es tarea fácil, pero puede ser una experiencia muy hermosa si aprendemos a conocerles mejor. Eso sí, debemos tener claro que conocer a nuestros hijos implica aceptarles, quererles como son, estar orgullosos de las habilidades descubiertas en ellos, hacernos conscientes de sus puntos de mejora y motivar que sigan creciendo mientras paseamos disfrutando de este fabuloso viaje.

Aunque no siempre disponemos del tiempo que nos gustaría para dedicarles a nuestros pequeños, debido a las exigencias de la vida actual, sí que podemos regalarles muchos momentos de calidad. Mejoremos la calidad en la interacción y aprovechemos esos momentos irrepetibles.

 

¿Cómo es mi pequeño?

Todos somos conscientes de la importancia de los vínculos entre los niños y los padres, pero una cuestión esencial a la hora de establecerlos es saber qué sienten y qué piensan nuestros hijos o cómo lo hacen. Para llegar a conocerles y así comprender mejor sus reacciones y relacionarnos mejor con ellos debemos partir de varios principios que nos ayudarán en esta aventura tan importante:

  • El niño aún no tiene una personalidad definida. Esta, en parte, depende del ambiente donde se desenvuelve.
  • Prueba estrategias y en función de su éxito las repetirá o no.
  • Juega y aprende a establecer límites de las personas que le rodean, estableciendo a continuación los suyos propios a partir de estas experiencias.
  • Tu hijo tiene rasgos de personalidad innatos que ya, desde bien pequeño, puedes observar. Estos rasgos se pueden moldear mediante la educación, pero, en determinadas situaciones, surgirán. Es importante conocer de antemano esta influencia de nuestro código genético, así enseñaremos a nuestro pequeño a controlar y trabajar esos rasgos. Cuando sean mayores podrán llevar las riendas de su personalidad.

 

Algunos consejos prácticos

Con estos ejercicios sencillos irás logrando conocer mejor a tu hijo:

  • Piensa sobre las expectativas que tenías sobre él y la realidad que vives. Este ejercicio interior te va a aportar autoconociemiento.
  • Escúchale, valora sus opiniones y agradece sus comentarios. Él es una persona importante, pero debes recordárselo.
  • Obsérvale cuando él no lo sepa. Te sorprenderá la cantidad de información que te pierdes.
  • Escucha las conversaciones que mantiene consigo mismo: descubrirás su mundo y ¡te divertirás a lo grande!
  • Juega con él: durante su sesión de juego, tu pequeño se relaja, por lo que es el ambiente ideal para observarle de manera natural.
  • Enséñale a conocerse y analizarse empezando con una simple pregunta: “¿Qué sientes?”. No debemos etiquetar a nuestros hijos. Nuestra tendencia a usar calificativos es algo natural, casi automático, que nos ayuda a simplificar nuestras realidades, pero a veces no es tan conveniente como pensamos. Por ejemplo, cuando el niño hace algo mal, le decimos “eres malo”. Para ellos, esta afirmación funciona como un absoluto y el impacto es tal que hasta se lo pueden creer y actuar en consecuencia. Cambiemos el “eres malo” por “esto que has hecho está mal”, de esta forma conseguiremos nuestro objetivo, habremos trasmitido nuestra idea y, sin embargo, no habremos echado mano de una afirmación tan rotunda. Le dejaremos libre para que exprese su propio yo.
  • No abuses del “no”. Los niños pueden llegar a acostumbrarse y la negativa perder su valor. Podemos cambiar el “no” por el “sí, pero…”, es un pequeño detalle que “amansa fieras”. De esta forma se mostrarán más accesibles y mejoraremos la comunicación.
  • Dale alternativas. Cuando haga algo que no nos guste, no digas “esto no se hace” y dejes al niño sin opciones. Puedes cambiar esa frase por “esto no está bien, aunque podemos hacer esto otro”. De nuevo conseguiremos erradicar dicha conducta sin generar frustraciones y, quizás en algunos casos, evitar los tan terribles berrinches.
  • Fíjate en sus logros, refuérzalos y anímale. No dejes de reconocer sus hitos. Los reconocimientos positivos del tipo “¡has hecho el puzzle tú solito, muy bien hecho!” resultan reforzadores naturales para nuestros pequeños y, si los usamos con habilidad, estaremos potenciando sus habilidades de manera positiva. No se trata de alabar en exceso y sí de no dejar de reconocer sus avances.

 

Sus dibujos hablan por él

Una muy buena forma de conocer a nuestros hijos es observando sus dibujos. Los niños proyectan su mundo interno a través de ellos; es una manera de expresión que no debemos desaprovechar y donde cada detalle tiene importancia. Incluso los garabatos de los más pequeños nos pueden dar información.

Por tanto, deja a tu hijo que dibuje, poniendo a su disposición todo tipo de herramientas como lápices de colores, materiales y papel. Es importante que no tenga a otros niños a su alrededor que estén dibujando a la vez, ya que puede copiar de la imaginación de los otros.

Fíjate en todo lo que rodea a este acto: la actitud del niño frente al dibujo, cómo dibuja, qué dibuja primero, cuánto tiempo le dedica, detalles a los que atiende… Con respecto a su actitud, es importante detectar reticencias a la expresión, la pasividad ante el dibujo, las ganas de empezar, el tiempo que tarda en comenzar… El tiempo que tarda y la atención al detalle también es fundamental. Hay niños que empiezan y terminan rápido su dibujo, un dato que indica su impaciencia por terminar tareas que le pueden resultar poco placenteras. Otros atienden en exceso a detalles poco relevantes, lo que podemos interpretar como la expresión de un carácter dependiente a lo que piensen los demás, influenciable. Algunos prestan atención a detalles importantes en el dibujo como ventanas en las casas, manzanas en los árboles, flores en los caminos… esto lo podemos interpretar como niños con una tendencia a la persistencia y perfección. Por lo tanto, la rapidez y el ritmo no nos informan sólo de la habilidad psicomotriz, sino de una tendencia de carácter.

En general, los detalles negativos en los dibujos pueden ser: un borrado o rectificación excesivos, una presión muy débil o muy fuerte del lápiz, un sombreado excesivo, una ubicación demasiado alejada del centro, detalles extravagantes, una asimetría muy marcada y el uso de un único color de forma reiterada.

Los detalles que podemos considerar positivos en un dibujo son: atención a los detalles, tamaños proporcionados, uso de colores llamativos y alegres, trazos no inseguros, equilibrio y armonía.

 

Analizando sus creaciones

Vamos a ver qué nos pueden revelar estos tres tipos de dibujos distintos sobre el pequeño artista que los ha creado.

1- Un árbol: este dibujo nos da indicadores de la energía vital del niño, de su optimismo, de su adaptación al medio, de una posible represión e incluso de una posible depresión infantil. Si el niño hace un árbol típico, puede indicar una socialización e identificación con las normas establecidas. Si el árbol es excesivamente grande, puede indicar tendencia a desafiar las normas y a cuestionar la autoridad. El tronco suele representar la seguridad del niño, las ramas reflejan los recursos para satisfacer sus necesidades y las hojas o la copa la vitalidad y el optimismo.

Un caso muy positivo sería una representación de una copa más grande que el tronco y el acompañamiento con frutos, flores, animales o detalles en las hojas, así como colores alegres y variados. Un caso a atender sería un árbol situado en una esquina, pequeño, con poco detalle, monocromo, sin copa o con raíces.

2- Una casa: en el dibujo de la casa, los niños proyectan su mundo interior, su necesidad de expresar los sentimientos. En él se refleja su personalidad y la diferenciación entre fantasía y realidad. Un dibujo que refleja un niño sano sin problemas sería aquel en el que aparecen una casa grande, centrada, con detalles como puertas, ventanas, balcones, chimeneas, flores, ladrillos, tejas, etcétera. La casa estaría abierta al exterior, tendría caminos e incluso un jardín con flores, árboles, animales…

Sin embargo, un caso no tan positivo sería una casa con ventanas y puertas cerradas, excesivamente pequeñas, desubicado, sin detalles y sin color.

3- Dibujo libre: se deja al niño su imaginación libre, se le indica que dibuje aquello que quiera dibujar, sin guías ni ideas. En este caso, al dejarles solos ante un papel en blanco, podemos encontrarnos con todo tipo de reacciones que debemos atender, ya que nos proporcionan informaciones clave. Si un niño duda mucho, podemos estar ante un caso de que quiera agradar en exceso a los demás, un niño inseguro o con dificultad para la expresión. Si por el contrario notamos un niño que no tarda ni un minuto en decidirse, seguramente estaremos ante una personalidad decidida y fuerte. Por otro lado, al tratarse de un tema libre, el tipo de dibujo es importante, podemos ver casos muy típicos o por el contrario de lo más extravagantes. Cuando observamos que son copias literales de cosas que han visto recientemente en la tele, libros, etcétera, esto refleja lo influenciable que puede ser nuestro hijo (dependiendo de la imagen que copie). Pero cuando estamos ante casos de dibujos más originales, podemos pedirle una explicación y, sin duda, él mismos no dará las claves que nos orientarán en un sentido u otro. Signos positivos en este tipo de dibujos serían las representaciones entendibles, que simbolicen cosas reales, un colorido adecuado al tipo de dibujo y una armonía. Por el contrario, una marcada irrealidad, extravagancia, dibujos sin contenido simbólico, con correcciones excesivas y monocromos, sería signos negativos.

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