
- Plantéate metas realistas: de nada sirve querer cumplir el sueño de hacer una maratón si no hemos corrido en nuestra vida. Mejor empieza por una carrera corta y luego sube tus metas. Si durante un largo periodo de tiempo estamos esforzándonos, pero no se ven resultados y resulta que el propósito que nos hemos marcado está lejos de nuestras posibilidades reales puede ser contraproducente. Lo indicado en este caso sería replantearse objetivos realistas, lo ideal es escoger retos difíciles acordes con nuestra capacidad y desarrollo, pero no imposibles.
- Diseña un plan: tenemos que estar motivados lo suficientemente durante el proceso, no basta con tener un objetivo… ¡hay que tener un plan! Por lo que definir, dividir los objetivos y disfrutar los avances es un “must” a la hora de mantener esa ilusión que nos hace seguir adelante y nos da la fuerza que necesitamos.
- Márcate metas u objetivos cuantitativos y cualitativos al mismo tiempo: los cualitativos suelen costar más, ya que implican un cambio de circunstancia, por ejemplo: dejar de fumar. Sin embargo, los cuantitativos podemos graduarlos de manera que el transito hacia nuestro objetivo sea más llevadero: por ejemplo, aumentar en tiempo de deporte o mejorar nuestra dieta. Ver resultados es algo que motiva de forma natural, así que podemos apoyarnos en nuestros pequeños logros cotidianos para ver que es posible conseguir lo que nos proponemos.
- Sé constante: pueden entrarte ganas de abandonar, pero en la constancia está la clave del éxito. Como decía Einstein: el 90 por ciento del éxito radica en la perseverancia. Si tienes una recaída en tu propósito, no te preocupes, retómalo y sigue adelante. Recuerda que no falla el que no lo intenta.
- Ten siempre presente que antes los grandes retos o se gana o se aprende: a veces una buena lección de vida vale más que un triunfo puntual. Las lecciones de vida nos acompañan siempre.