Como en la mayoría de las sociedades industrializadas, la incidencia del divorcio en el Estado español está aumentando de manera imparable desde su legalización en 1981. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE, 2007), España es el tercer país de la Unión Europea, después de Portugal e Italia, donde la proporción
de divorcios ha aumentado más en la última década (casi un 40% desde 1996), a pesar de que España es el país de la Unión Europea donde la tendencia a la duración del matrimonio es mayor: una media de 13,8 años.
Desde la perspectiva psicológica se considera la «familia» como el contexto social más privilegiado de influencia y de eventual optimización del desarrollo biopsicosocial humano. La posición aventajada de este tipo de agrupación humana cobra una importancia definitiva a lo largo de los tres primeros años de vida de los niños que se desarrollan en ella, ya que a partir de esta edad otros entornos sociales (guardería, escuela, compañeros, etc.) van a añadir nuevos influjos a los aportados por tal constelación en el proceso evolutivo ya iniciado.
Debe subrayarse que la función de la «familia» va más allá de garantizar la supervivencia y el crecimiento físico del hijo, dado que es también la promotora principal de su desarrollo social y afectivo, gracias a lo que el sujeto puede transformarse,desde el inicial individuo biológico, en una individualidad biopsicosocial o persona. En ello resulta esencial el establecimiento de relaciones de vinculación afectiva o de apego del niño con su madre o figuras que se encarguen de su cuidado.
Ya al final del primer año de vida, el bebé está ligado afectivamente con ciertas figuras significativas de su entorno cercano, aunque será desde entonces cuando tales relaciones se van a enriquecer y a afianzar a partir de un proceso interactivo con las personas que le son importantes, precisamente las llamadas figuras de apego. Una vez establecido el lazo afectivo con ellas, el niño muestra su vinculación afectiva a través de conductas que buscan la proximidad física y el mantenimiento del contacto con las personas con las que se siente emocionalmente ligado, quienes ejercerán una poderosa influencia sobre su desarrollo psicológico y social. Una historia de interacción fundamentada en el cuidado e interés por el otro es el factor más importante para establecer un apego seguro, mediante el cual el bebé utiliza a sus figuras significativas como base para el bienestar emocional y la exploración del entorno, siendo además una herramienta clave para que vaya descubriendo y ampliando su conocimiento del mundo.
Ha de resaltarse que la calidad de las relaciones afectivas que se forman en la infancia determina la capacidad para establecer relaciones íntimas durante toda la vida adulta, de modo que la relación entre el niño y sus padres es para siempre, siendo un vínculo que los une en el espacio y perdura en el tiempo. Por ello, los niños que en la infancia tienen una base de seguridad y pueden contar con las figuras
parentales, desarrollan y afianzan el suficiente sentimiento de confianza en sí mismos como para relacionarse con el mundo de manera sana y provechosa: cuanto más seguro sea el vínculo afectivo de un niño con los adultos que lo cuidan y educan, más garantía hay de que se convierta en un adulto psicológicamente adaptado e independiente y de que establezca buenas relaciones con los demás