27 Oct 2015
octubre 27, 2015

Los pilares educativos

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COHERENCIA: “Dónde dije digo, digo Diego”. Está demostrado que los niños educados en un sistema incoherente, cambiante e inestable y/o muy permisivo son niños que tienden a la inseguridad y temeridad. Actitud que extienden a lo largo de su vida. Si hoy te castigo y mañana te permito que hagas algo por lo que hoy he castigado, el mensaje que le trasmitimos es incoherente, el niño no va a entender por qué un día sí y al siguiente no. Si hoy le reñimos por decir una palabra fea y cuando estamos entre amigos le reímos la gracia, el niño aprende que decir palabrotas en determinados ambientes es positivo y seguirá probando dónde sí y dónde no, cuando debería estar aprendiendo nuevas formas de comunicarse más eficaces y positivas. Sin embargo, si somos coherentes y mantenemos nuestro punto de vista aprenderá que decir palabrotas está mal, independientemente del contexto dónde se reproduzcan y tendrá una norma clara. Aprenderá a comunicarse sin necesidad de decir palabras feas o hirientes y esto le abrirá una nueva puerta a la eficacia en la comunicación personal.

La coherencia entre los mensajes que reciben de ambos progenitores es muy importante. En ese sentido la unión madre/padre debe ser indisoluble. Debido a las separaciones y divorcios a veces esto es una tarea difícil, pero unir esfuerzos en este sentido es muy beneficioso para los niños, ya que construirán un sistema de valores y conducta sin disonancias. Naturalmente, no se puede tener las mismas normas y rutinas en dos casas diferentes, pero siempre que se puedan comentar para no diferir en exceso sería un gran paso.

Ser coherentes también implica serlo con nuestros propios actos. Si les decimos a los pequeños que decir palabrotas está mal y las decimos nosotros a todas horas estaremos siendo incoherentes con nuestros propios actos. A veces, enseñar lo que está bien pasa por hacerlo bien nosotros, se llama aprendizaje vicario.

CONSTANCIA: Si ante el primer llanto de los niños cambiamos el castigo, lo flexibilizamos o lo levantamos, aprenderán a que llorando dominan los estados emocionales de los padres, cuando estos deberían ser estables. Piensan, por extensión, que actuando de manera quejumbrosa, llorica y autocompasiva cambiarán la forma de actuar y de pensar del resto de personas. Esta forma de actuar se les puede volver en su contra, ya que pierden la oportunidad de negociar, de comunicarse honestamente y de conseguir sus objetivos, y esto repercute directamente sobre su autoestima. Si nos comportamos en la educación de nuestros hijos de forma voluble estaremos dejando la educación en sus manos y delegando nuestra responsabilidad en manos inexpertas.

FLEXIBILIDAD: Revisar y evaluar las normas es una tarea que nos reporta flexibilidad. La hora en la que el niño se va a dormir puede modificarse con la edad. Ser flexible no riñe con la coherencia, hay circunstancias en las que no veremos empujados a no seguir cierta norma. No se trata de la regla en sí, sino del sentido de esta.

AMOR: El amor hacia nuestros pequeños es una constante, en su educación y en su vida. El cariño y el amor, incluso cuando reprendemos, pueden estar presentes. No olvidemos por qué hacemos las cosas o qué nos mueve a hacerlas. Si nos hacemos esta pregunta y la respuesta es por amor hacia nuestros pequeños vamos en el buen camino.

 

 

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