Como en la mayoría de las sociedades industrializadas, la incidencia del divorcio en España está aumentando de manera imparable. En el año 2011 se produjeron 110.651 disoluciones de matrimonios, un 0,3 por ciento más que en 2010.

Por tipo de ruptura, en 2011 se produjeron 103.604 divorcios (un 0,7 por ciento más que en el año anterior), 6.915 separaciones (un 4,6 por ciento menos) y 132 nulidades (un 5,7 por ciento menos).

Llegado el momento de un divorcio o una separación, lo más importante es mantener a los menores, en los casos en los que existan hijos, alejados de los conflictos, protegiendo así su infancia.

Para conseguir tan ansiada armonía postmatrimonial existen una serie de indicaciones que, a modo de orientación, sirven para establecer una protección segura contra el dolor propio que puede producir tan radicales cambios en la estructura familiar:

  • La pareja se ha roto, pero se sigue siendo padre/madre aunque no se sea pareja.
  • Hay que ser consientes de que los hijos necesitan a los dos padres.
  • Los padres deben seguir relacionándose tras la ruptura conyugal.
  • No se puede utilizar a los hijos como “armas arrojadizas”.
  • Hay que evitar utilizar al hijo al mismo tiempo como hijo y como “cónyuge”.
  • Hay que establecer vidas afectivas independientes.
  • Estadísticamente está demostrado que el nuevo matrimonio mejora la vida de los niños, en particular si son pequeños.
  • Es bueno intentar quitar el miedo a los hijos a pensar que cuando aparezca un “padrastro” o “madrastra”, éstos van a reemplazar a su auténtico padre o madre.
  • Se deben respetar los “tiempos” y ritmos de los niños, ellos necesitan acostumbrarse a una nueva situación y una familia no se constituye afectivamente porque se viva juntos. Orientativamente se debe dejar al menos un año para incorporar a nuevas parejas en el ámbito de la relación parental.
  • No es bueno dejarse guiar por la fantasía postdivorcio: “A lo mejor si muestro que he madurado vuelve conmigo y deja a su nueva pareja”.
  • En las familias reconstituidas la influencia que el padrastro/madrastra ejerza sobre el niño no se debe hacer sobre la idea de sustitución del afecto del progenitor biológico. Generalmente la relación del niño con su padre natural y con su padrastro va por caminos afectivos diferentes. Muchos niños son capaces de mantener una feliz relación con ambos, colocando en la intimidad de sus afectos a cada uno de ellos.

 

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