05 Ene 2016
enero 5, 2016

¿Por qué existen los pirómanos?

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No debemos confundir a un pirómano con una persona que deliberadamente provoca fuegos en terrenos u otro objetos motivado por una causa externa como causar un daño o con un interés específico de lucro, edificar, despreciar el valor de los terrenos, ocultar pruebas, provocar daños a vecinos, por ejemplo, esta persona sería un incendiario.

El pirómano es aquella persona que siente placer, que disfruta provocando fuegos, que no controla su impulso de incendiar y observar el fuego. Se trata de un trastorno de control de impulsos y que se da con mayor frecuencia en hombres que en mujeres, sobre todo durante la adolescencia, que es cuando empiezan a despuntar por su interés por el fuego y juegos relacionados o se empiezan a acercar a sitios donde el fuego es el protagonista.

No es un trastorno frecuente, se estima que la prevalencia en España no sobre pasa la centena, pero es verdad que las consecuencias son devastadoras como podemos evidenciar en casos de incendios provocados en superficies naturales.

Los síntomas asociados a un pirómano es el producir fuegos de forma consciente, deliberada y sintiendo un gran placer o ausencia de angustia al producirlos u observarlos. Normalmente, suele sentir atracción sobre todo lo relacionado con el fuego, por lo que es de esperar que anterior a provocar un fuego de grande calado o consecuencias haya tenido algún que otro encuentro con fuegos menores.

Tiene problemas que ahondan en su mas profundo ser que van desde la tristeza profunda o soledad, puede haber accesos de ira descontrolada y ven en el fuego una salida a estos sentimientos.

 

El perfil del pirómano

Según los manuales diagnósticos se considera un pirómano aquella persona haya generado como mínimo dos incendios de forma deliberada.

Su perfil suele ser el de un hombre de entre 20 y 30 años, de personalidad inestable, no organizada, con bajo control de impulsos y con una historia personal de manías, abusos de alcohol, sin sentimientos de culpa o resentimiento, sin grandes valores o ataduras éticas. Saben lo que hacen, pero no sienten responsabilidad sobre ello,

Suelen sentir ansiedad o cierta tensión emocional en los momentos previos a producir el incendio.

Anteriormente deben haber desarrollado cierto interés o fascinación por el fuego y nunca lo generan en condiciones de ebriedad o consumo de otras drogas.

 

El tratamiento

Se tratan como lo que son, enfermos mentales, que han desarrollado este comportamiento disruptivo como forma de salir y controlar su desmesurada angustia.

El tratamiento depende en gran medida del perfil del paciente, de si siente alivio al generarlo o placer en ausencia de ansiedad, del tiempo que lleve conviviendo con la enfermedad, de las circunstancias que rodean a la persona (por ejemplo: hogares desestructurados, malas condiciones hogareñas), de la edad del paciente, y de la voluntad del propio paciente, ya que alguno niegan el problema y sin voluntad no hay éxito terapéutico. Hay veces que las terapias incluyen medicamentos, dependiendo del caso.

 

 

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