Recuperar la armonía familiar
La familia es la base de una sociedad sana. Cuando ciertos factores indeseables llaman a nuestra puerta y la puerta está abierta entran, y se acomodan oscureciendo la valorada armonía familiar. Es importante detectar las señales de peligro para reforzar la unión y hacer frente desde un punto de vista conexionado.
Es por ello que cada familia tiene que reconocer su grado de responsabilidad para propiciar los momentos de felicidad dentro del núcleo familiar.
La armonía familiar es un proceso en continua fase de crecimiento. Nadie está libre de vivir momentos desagradables dentro del núcleo familiar. Estas son algunas de las causas que rompen la armonía:
- Adolescencia.
- Embarazo.
- Incomunicación.
- Rencillas no resueltas.
- Rebeldía adolescente.
- Procesos del desarrollo.
- Faltas de compromiso.
- Fallecimientos y herencias.
- Desacuerdos.
- Problemas económicos.
- Desempleo.
- Falta de espacio.
- Entrada de un nuevo miembro de la familia.
- Catástrofes naturales.
- Enfermedades.
Pero si además de estos problemas superables que muchas veces forman parte del propio desarrollo familiar, le añadimos malas palabras, malos modales, faltas de respeto, críticas destructivas se rompe lo que llamamos al armonía familiar.
Por lo general, las catástrofes familiares son resultado de pequeños detalles que ido aumentando de tamaño haciéndose casi insuperables, este crecimiento anómalo suele ser por abandono, falta de atención, incomunicación, orgullos y un largo etcétera.
Una vez que la infelicidad ha entrado a nuestra puerta es necesario echarla. ¿Cómo? Con pequeños hábitos, abriendo los ojos y valorando aquellas facetas positivas que nos han ser lo que somos, cambiando nuestra manera de comunicar afectos o desencuentros. No se trata de huir de los problemas, sino de dotarnos de las herramientas suficientes para hacerles frente sin que destruyan nuestros hogares.
Una práctica muy habitual dentro de las familias que tiene un potencial destructivo muy alto es la crítica. Un acto muy fácil de llevar a cabo, pero que envilece a la persona. Muchas veces detrás de una crítica salvaje se esconde una cobardía o falta de habilidades de comunicación en la persona que emite la crítica. Enseñarle habilidades de espresar sus opiniones o sentimientos mediante técnicas de asertividad puede ser muy conveniente. La comunicación interfamiliar es la base sobre la que sustenta la ansiada armonía familiar.
¿Cuántas veces nos damos cuenta que en el mensaje no está la falta, sino en las formas en la que se trasmite? La noble intención de comunicarse para que el otro modifique algo que el emisor considera le está dañando se tiñe de negro por las formas en las que se hace. Una crítica constructiva realizada desde el cariño y el afecto no puede caer mal a ningún miembro sano de una familia. En cambio, con una crítica infundada, sin argumentos ni contenido como único fin en sí misma puede destruir la confianza que damos por hecho en los miembros de nuestra familia.
Con una buena comunicación y una armonía como base se puede superar cualquier causa extrínseca que atente contra la familia.
La familia es un grupo primario dónde los miembros se refuerzan unos a otros, donde hay colaboración, donde se apoyan unos a otros y se trasmiten valores, merece la pena luchar por consolidar una buena armonía, ya que será nuestro gurpo de referencia desde siempre y que trasmitiremos a siguientes generaciones.
Para poder aceptar a los demás, existe un único camino: el de la propia aceptación, para conocer la propia naturaleza, para saber realmente quiénes somos, cómo somos y cuánto cuesta hacer un cambio en la propia personalidad. Para ello es importante saber controlar los propios impulsos erróneos, propiciar el diálogo que facilite el acercamiento y, si se puede, buscar el momento para transmitir las inquietudes y todo aquello que molesta o dificulta la convivencia, pero siempre alimentado por un sentimiento de respeto, tolerancia y deseos de armonizar junto a esos seres que transitan junto a nosotros el camino de la evolución espiritual.
Poder conquistar este estado es un desafío que vale la pena enfrentar, porque todos los miembros podrán beneficiarse con la calidez, el clima de comprensión, la capacidad de escucha y de interés manifiesto. Todo ello contribuirá a crear fuerzas que fortificarán a los seres que lo componen y lo preparan mejor para enfrentar cada día, cada hora, con sus vaivenes, sus luchas y sinsabores.
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